martes, 26 de junio de 2012

26 de junio - DÍA DE LA LUCHA CONTRA LAS DROGAS

En estos días se están tratando en Comisiones de la Cámara de Diputados algunos anteproyectos acerca de la tenencia de drogas para el consumo personal.

En general se habla de “despenalización” a secas, como si éste fuera el aspecto más imporante a abordar en esta problemática. Y me parece que es bueno para todos que contextualicemos.

En varias ocasiones se ha llegado a proponer como modelo la legislación sancionada en Portugal para despenalizar. Digamos que el Congreso lusitano tomó esta medida juntamente con una serie de recaudos y contenciones socio-sanitarias que no figuran en los anteproyectos en análisis. Al respecto ha dicho el señor João Castel-Branco Goulão, coordinador del Centro de Drogas Ilegales y Alcohol del Ministerio de Salud de ese país: "Si se quita la acción del sistema penal, hay que tener otro tipo de respuesta frente al consumidor. Es necesario que el sistema de salud esté preparado para recibir a personas con problemas de consumo, eso es determinante". Allí, a quien consume en la vía pública se lo lleva a un comité formado por un psicólogo, un trabajador social y un personal de la justicia. Se le intenta disuadir de su conducta. Es claro el mensaje de que consumir hace daño. Es muy distinto a “dale que está todo bien, vos tenés derecho a autodestruir tu salud, vos sos libre y con tu cuerpo hacés lo que se te da la gana”.

La Ley debe tener en cuenta a todas las personas. La droga es nociva y siempre provoca daño a la salud. Pero golpea con mayor dureza en los más débiles. ¿Se puede resguardar a los pobres el derecho a drogarse cuando no tuvieron garantizados los derechos a la alimentación en su infancia, a la vivienda digna, a la atención sanitaria, a la educación de calidad, a las cloacas, al deporte... y tantos otros?

En algunos medios, al referirse a la mirada de la Iglesia se ha escrito: “la Iglesia se opone a la despenalización”, pero esto es parcializar el mensaje. Siempre hemos afirmado que no se debe criminalizar al adicto. Pero también decimos que si no se le brindan posibilidades concretas de recuperación, el que es pobre termina robando o prostituyéndose o mendigando para comprar la sustancia. Y ninguna de esas alternativas se corresponden a su dignidad, y terminan irremediablemente afectando a terceros. Es por eso que insistimos en que la discusión no puede estar reducida a despenalizar sí o no, sino que hay que inscribirla en un marco más amplio.

Es imprescindible crear otras alternativas que orienten las acciones no hacia cuestiones penales, sino a la verdadera atención de los que sufren la enfermedad, alentando y fortaleciendo a la sociedad toda para desarrollar condiciones de vida dignas alejadas de la esclavitud a que someten las drogas.

Insisto: Es importante contextualizar socio-culturalmente la legislación. Si el mensaje que reciben los jóvenes y la sociedad favorece el consumo y pone más cerca a la droga, seguiremos en camino de deterioro cada vez mayor. En los últimos 20 años se duplicaron la cantidad de cárceles en la Argentina, pero no hubo la misma inversión en centros de atención de adictos. Si se hubiera hecho al revés, el resultado hubiera sido otro.

En la Iglesia a los adictos nunca los hemos criminalizado ni excluido. Ellos y sus familias suelen acudir a plantear sus angustias no sin desesperación. Ante la ausencia o la distracción voluntaria del Estado, nosotros seguimos allí.

Pueden poner la mirada en Barrios, asentamientos, Villas y preguntar por los organismos del Estado, y muchos dirán que no los conocen. Sin embargo las Capillas y otras Instituciones están junto a los pobres, bancando el drama que produce la droga.

Nosotros seguiremos diciendo: “Bienaventurados los pobres, los sin tierra, sin Patria ni hogar...”.

Por ellos queremos seguir comprometidos en el amor.
Estamos a favor del adicto.
Lo recibimos y abrazamos.
Sabemos del vacío de su corazón.
Necesitan que la sociedad los mire y ampare.
No que legitimemos su conducta.

Comisión de Drogadependencia de la Conferencia Episcopal Argentina

miércoles, 6 de junio de 2012

Despenalización ¿Sí o No?

Algunas reflexiones de la Pastoral de Drogadependencia
de la Conferencia Episcopal Argentina
ante los proyectos de ley
sobre la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal.
Estas reflexiones están inspiradas en los testimonios y preocupaciones que recogemos a diario en los distintos ámbitos de la Iglesia en todo nuestro país.
El tema de la droga genera una enorme preocupación en todas partes, en las grandes ciudades y en los pueblos más pequeños, en las familias con muchos recursos y en las más humildes de nuestra sociedad.
Las familias recurren a nosotros en búsqueda de orientación y consuelo. Muchas veces caen en la desesperación.
Por eso no podemos callar.
Expresamos nuestros pareceres enriquecidos por la experiencia de la Iglesia en todo el mundo. Sí: en todo el mundo.
Así quisiéramos que se interpreten. Como una contribución para encontrar caminos de comunión superadores de una realidad que nos angustia.
Creemos que es a través del diálogo y creando espacios de reflexión en donde cada uno se pueda expresar con auténtica libertad, que encontraremos las verdaderas respuestas a este mal de nuestro tiempo.
De ninguna manera debiéramos mirar al que piensa distinto como un enemigo reprochable con el que ni siquiera hay que hablar. Por el contrario, pensamos que es respetando profundamente los distintos puntos de vista que nos guían, que encontraremos verdaderos caminos de comunión que en definitiva nos ayuden a alejar a toda la sociedad del esclavizante mundo de las drogas.
Y, por sobre y ante todo, queremos recoger y expresar la voz de los más pobres.
Un joven pobre que se droga no se está divirtiendo, no hace fiesta ni se dedica a un uso recreativo: huye hacia adelante para llegar más rápido al día de su muerte.
“En la Argentina, lo que quizás es recreativo para un joven de clase media o alta se torna fatal en los ambientes pobres y marginales. Es necesario comprender que la vulnerabilidad social aumenta cuando no hay oportunidades de inclusión real; y que, a mayor vulnerabilidad, la brecha entre el consumo recreativo y el consumo problemático se acorta dramáticamente. El joven pobre no tiene de dónde asirse, porque vive la fragilidad en lo escolar, en lo laboral y lo sanitario; en consecuencia, un simple consumo de porro tiende a arraigarse más rápido y con mayor fuerza.” (Fragmento tomado de la nota de opinión del sacerdote José María “Pepe” Di Paola, publicada en el diario La Nación el lunes 28 de mayo de 2012 con el título “La cuestión no es despenalizar”.)

El contexto de la ley

Desde hace un tiempo se escuchan diversas propuestas que promueven la despenalización de la tenencia de drogas para el consumo personal.
Para sostener y justificar esta postura se expresan distintos argumentos, pero el más común es que “la guerra contra las drogas ha fracasado”, el consumo ha aumentado y lo único que se ha logrado es “criminalizar al adicto”.
Entonces se dice que la única y la “verdadera solución” es simplemente “despenalizar”, confiando en que con esta sola medida se resuelve casi todo el problema.
Sin embargo, como ya ocurrió en otros países, esto favorecería el incremento de las facilidades y oportunidades para obtener estas sustancias y por lo tanto aumentar de esa manera el consumo, más que disminuirlo.
Cabe señalar en este contexto, que llama la atención que cuando se hace un análisis jurídico del problema de las adicciones, no se hayan analizado otras alternativas para atender una problemática tan específica como la creación de tribunales propios, fuera del área penal por ejemplo.

Nuestra realidad

El 25 de Marzo de 2009 el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de Buenos Aires publicó un documento en el que se manifestaba que “la droga está despenalizada de hecho” y nos decían que “la despenalización a nuestro parecer influiría en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño”. Y continuaban:
“Vemos la buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto, es una locura criminalizar la enfermedad. Pero intentemos pararnos desde la perspectiva de las familias más vulnerables. Sin un buen sistema de salud, sin políticas fuertes de prevención, sin un sistema educativo realmente inclusivo y eficiente, el único encuentro del adicto y su familia que pide ayuda con el Estado es la justicia. Despenalizar en estas condiciones es dejar abandonado al adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud. La dinámica misma de la adicción lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en la enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella.(…) Usando una imagen podríamos decir entonces que la discusión sobre la despenalización corresponde a los últimos capítulos del libro y no a los primeros”.
Cuando los legisladores deban meritar sobre los motivos o razones por las que se debería liberar el consumo de cannabis, entendemos que simultáneamente deberían reflexionar si el sistema sanitario de nuestro país se encuentra preparado para enfrentar todo lo que conllevaría poner en práctica tal decisión. Particularmente se ha de tener en cuenta a los más pobres. No se debe legislar para minorías sin tener en cuenta a las mayorías postergadas. Sabemos que las drogas producen impactos diversos según el estado de la salud del consumidor. Quien tiene alimentación adecuada en su infancia, atención médica habitual, dormitorio cómodo y abrigado, recibe las sustancias con serios riesgos para su salud. Pero el daño será mayor en un organismo deteriorado por la pobreza.
Entendemos el espíritu de la mirada jurídica, pero creemos que no es facilitando el consumo, ni haciendo aparecer como que está bien lo que está mal, que vamos a superar este creciente flagelo de las drogas, particularmente en nuestros jóvenes y adolescentes.

Estado - Políticas Públicas - Contexto Social

Es necesario ir a las causas de la cuestión y no solo, a través de una mirada parcial y no integral, a considerar un aspecto del problema: el jurídico.
En este momento, en el que la pobreza y la exclusión persisten en buena parte de nuestra gente, medidas que puedan facilitar el consumo generan confusión y aparecen como a destiempo, desenfocadas de la realidad social.
Las políticas públicas deberían orientar sin lugar a dudas a desalentar el consumo de drogas. Por eso es de la mayor importancia contar con una política de Estado que promueva la educación, la prevención y la salud. Es urgente dar pasos hacia soluciones integrales.
La Ley Nº 26.586 que establece el Programa Nacional de Educación y Prevención sobre las adicciones y el consumo indebido de drogas fue promulgada el 28 de Diciembre de 2009. Es un excelente instrumento para desarrollar un verdadero esfuerzo educativo a nivel nacional. Sin embargo, debemos lamentar que aún no se han dado pasos firmes para su implementación. ¡¡ Es Urgente avanzar en educación y prevención !!
Hoy el mundo se enfrenta a uno de los mayores flagelos que se haya registrado en la historia de la humanidad. No solo por el aumento de las toxicomanías —cientos de millones de hombres y mujeres consumidores— sino también porque el entorno del adicto (principalmente la familia) se ve sometido a sacrificios enormes tanto en la observación diaria del deterioro y la angustia a que se haya expuesto el abusador de sustancias, como así también en la fase de rehabilitación posterior que importa un gran esfuerzo físico y moral de todo el núcleo afectivo primario que debe acompañar esta dolorosa y compleja etapa.

El conocimiento científico

Se ha divulgado de modo confuso que la distinción entre drogas blandas y duras —inclusive algunos gustan denominar “inocuas” a las primeras, también se las describió como “recreativas”— es un primer paso para distinguir lo que debe separarse en cuanto a las restricciones o controles gubernamentales.
Todo parece reducirse a un esquema erróneamente simplificado en el cual la droga es evaluada por comparación con otras sustancias aceptadas socialmente. Así, el caso de los cannabinoides tal vez sea el paradigma de esta situación. Inclusive algunos autores sostenían que el uso de marihuana resultaba menos dañino que la aspirina (Ells, 1992). Hoy sabemos científicamente que no es así y las organizaciones internacionales que estudian seriamente el problema como la UNODC (Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) alertan, por ejemplo, sobre el uso dañino de la marihuana. Esta Organización de las Naciones Unidas en su Informe Mundial sobre drogas 2011 expresa con toda claridad que cada vez más y más hay evidencias que indican que la intensa exposición al uso de cannabis incrementa el riesgo de desórdenes psicóticos.
Frente al cannabis los adolescentes parecen estar en doble desventaja: son más vulnerables al uso de ella y los efectos sobre las medidas cognitivas son más pronunciadas que en la edad adulta (Arsenault y otros, 2004, Ehrenreich  y otros, 1999; Pope y otros, 2003). La adolescencia es un período crítico para el desarrollo neuronal y existen poco estudios encarados en esta etapa crítica (Mathias y otros, 2010).
Existen, como los señalados, numerosos estudios que desde el conocimiento científico, nos permiten hoy tener clara conciencia de las características complejas que nos plantea el problema de las drogas.
El deterioro de las funciones conductuales durante el manejo de vehículos, las consecuencias durante el embarazo, su relación con la esquizofrenia y los brotes psicóticos y muchos otros han sido claramente estudiados y documentados.

El narcotráfico y los mercaderes de la muerte

El daño que se produce a los adolescentes y jóvenes da cuantiosas ganancias a organizaciones mafiosas que operan en nuestro país. En los últimos años Carteles extranjeros se han instalado entre nosotros. Un crecimiento semejante va acompañado de corrupción e impunidad, violencia y muerte, sobornos y extorsiones, miedo y repliegue de la sociedad, que ya no sabe en quién confiar. La sospecha de corrupción generalizada deja el sabor amargo de abandono y desamparo. Semejante crecimiento no pudo desplegarse sin complicidades de diverso orden en la sociedad y el Estado.
Constatamos mensajes ambiguos. No queremos la droga cerca, se le da vuelta la cara a los adictos, ¿y le vamos a dar más libertad de circulación todavía?
Debemos saber que las leyes cumplen una función pedagógica. ¿Qué enseñanza nos deja darle a las drogas un reconocimiento legal?
No caben dudas de que es necesario redoblar esfuerzos para combatir las redes mafiosas de los mercaderes de la muerte. No hay que darle espacio al narco-negocio.
Pero recordando siempre que en el centro del problema está el hombre y sus vínculos. El hombre que necesita encontrar un verdadero sentido a su vida y poder vivirla dignamente con la libertad de los hijos de Dios.

Red social - Solidaridad - Bien común

Hacemos votos para que la sociedad en su conjunto se involucre para formar una verdadera RED SOCIAL que dé respuestas concretas a esta enfermedad de nuestro tiempo.
La lucha contra la droga se gana en la EDUCACIÓN y PREVENCIÓN, creando fuertes vínculos sociales a través de la SOLIDARIDAD y la búsqueda del BIEN COMÚN.
En este camino del Bicentenario del 2010 al 2016 hacemos votos para que fructifiquen los esfuerzos por lograr una sociedad libre de la esclavitud de las drogas y de toda opresión.

Comisión de Drogadependencia de la Conferencia Episcopal Argentina
4 de junio de 2012